Este es un gran temazo dentro de la comunidad de papás y mamás. Mires a donde mires, en los parques, en las playas, en los supermercados ves a niños que gritan, patalean, o ignorar a sus padres para no cumplir el límite.

Poner límites es sin duda una de las cuestiones que trae más quebraderos de cabeza a los papás. Trabajando con ellos he podido observar que la dificultad no es tanto poner el límite sino, por un lado, está en saber distinguir entre límites y normas, por otro lado, en mantener el límite.  En el próximo blog te hablo de las normas con más detenimiento.

¿Por qué te cuesta tanto poner el límite?

«Haces esto porque lo digo yo, y punto.» «Ni peras, ni peros» «Mientras vivas bajo este techo haces lo que yo te diga». Lo que has vivido y mamado en tu infancia tanto por parte de tus padres como en el colegio es que los límites se ponían así, de forma autoritaria. Pero tú tienes otra mentalidad, quieres salirte de este esquema y emplear técnicas efectivas y más humanizadas. Aún así, en muchas ocasiones que quieres que tu hijo cumpla el límite terminas viéndote reflejada, hablando y actuando como tu madre y por la noche en la cama se te activa el sentimiento de culpabilidad. Es normal caer en los patrones conocidos. Tu cerebro necesita un reboot y enseñarle los algoritmos nuevos para que active herramientas que respeten a tu hijos, su autoestima y te ayuden a ser firme y amable a la vez.

Entiendo que emplear estas técnicas «adultos centristas» para educar son efectivas, a corto plazo, pero para mí lo verdaderamente interesante y valioso es que te plantees  lo siguiente:

¿qué impacto tienen estas técnicas en la construcción de la personalidad de tu hijo a largo plazo?, ¿qué habilidades socioemocionales está aprendiendo tu hijo cuando le obligas a hacer algo?, ¿qué ocurre cuando no atiendes a lo que siente e impones?

Hay padres que creen que en la educación respetuosa no se ponen límites, que se trata de criar a niños «endebles» que siempre hacen lo que quieren y en la que está prohibido decir «no» para que el niño no se traumatice. La realidad es otra, en la educación respetuosa  lo que potenciamos es que nuestros hijos aprendan habilidades para:

  • comunicarse de forma efectiva,
  • atender sus necesidades,
  • hacer peticiones cuando necesitan ayuda,
  • empatizar con el sentir de los demás,
  • saber decir no de forma asertiva,
  • reflexionar y tomar decisiones con sentido,
  • reconocer comportamientos violentos o manipulativos y saber cómo actuar.

¿Qué son los límites?

Te lo explico con un ejemplo. Si vieras a tu hijo de dos años con una botella de lejía en la mano ¿qué harías? Se la quitarías sin dudarlo ni un segundo, actuarías de forma segura y firme. Estás protegiendo su salud, su vida. Un límite es una línea infranqueable que protege la integridad física, psicológica y emocional de tu hijo. Y no necesitas acudir al miedo, los chantajes, o los castigos para hacer cumplir el límite. Lo puedes conseguir siendo firme, con respeto y amabilidad a la vez.

¿Para qué es necesario poner límites?

Para que tu hijo pueda moverse, aprender habilidades, conocerse a sí mismo dentro de un marco de protección y de seguridad que se lo aportas tú.

¿Qué ocurre cuando no mantengo el límite?

Incoherencia, este es el mensaje que recibe tu hijo. Mamá dice que «puedo jugar con la consola 20 minutos, si le monto un pollo, conseguiré jugar 20 minutos más. Y si se lo monto otra vez, gano otros 20 minutos».

¿Qué puedo hacer para mantener el límite? Aquí tienes 5 tips: 

1 Informa a tu hijo de cuáles son los limites, no des por hecho que lo tiene que saber.

2 Mantén la coherencia entre lo que dices y haces.

3 Sé su ejemplo. Si le dices a tu hijo que cuando comemos no tenemos el móvil en la mesa, tu tampoco lo haces.

4 Autoobservarte– ¿qué ocurre en ti cuando pones el límite y no lo puedes mantener?, ¿qué emociones se te activan?, ¿qué te impide específicamente mantener el límite?

5 Evalúa tu nivel energético. Si tienes un ataque de migraña que te está aniquilando, estás algo depre o con la mente llena de preocupaciones y sabes que hoy no vas a poder mantener el límite, humanízate. En toda regla siempre hay una excepción. Explícaselo a tu hijo, muéstrate honesta y vulnerable y mañana te animo a que tomes de nuevo las riendas.

Y ahora podrás pensar, yo sé mantener el límite, pero mi pareja no, ¿qué hago? Te lo cuento en el próximo blog.

¡Feliz de acompañarte en el camino de convertirte en una mamá humana y coherente!

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